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lunes, 7 de marzo de 2011

El poeta y la otra vida

 

 

Hablaba de la canción del mar, y se sentaba en los montículos de rocas desde donde miraba en una perspectiva indeterminada.
Creíamos que en algún momento, cuando ondulaba las manos en el aire, intentaría lanzarse al agua. Que querría volar. Pero no, el inicial impulso cedía rápidamente y sus movimientos se iban haciendo más suaves, como si penetrara en el aire inasible a otro reino en el que el orden de las cosas fuera diferente, tratando de modelar en el viento la efigie precisa, artística, anhelada, de otra vida. Miraba entonces un momento al cielo, como si le fuera develado un evangelio. Después se iba a su cabaña, para escribir.
Muchas fueron las tardes, las visiones, las líneas, y todo aquello se convirtió en un manuscrito, perpetuamente inconcluso, por supuesto.
Un amanecer, de entre tantos, el poeta apareció muerto, tendido sobre la arena, entre las serenas olas de un océano aburrido, y un puñado de cuartillas en blanco. A las autoridades les fue imposible esclarecer si había muerto ahogado en las aguas o en sus propias palabras.
En el puerto lo acompañaron todos al sepulcro el día que dejó de escribir. Heredó sus textos a todos, pero son pocos los que han tenido las agallas de leerlos. No es miedo de volar, pero persiste la leyenda de que el viento no debe de entenderse sin antes tener una pequeña dimensión del cielo.

jueves, 24 de febrero de 2011

Migraciones I

Le miraba sentado a la mesa de la cocina, los domingos, concentrado en su jugo de naranja y sus huevos fritos, abstraído después en las páginas del diario deportivo, expulsando el humo envenenado de un cigarrillo. Le miraba, en realidad, y sobre todo en las últimas semanas, con atención, se diría incluso que con una especie de curiosidad académica. 
Cuando el gordo lo notaba, sonreía, asombrado tal vez, y satisfecho, por el tiempo que había sobrevivido esa entrega sin condiciones. Para ella era un gran misterio el desempeño todo de aquel hombre. Le sorprendía sobre todo su falta de capacidad para expresarse, y le abismaba la posibilidad de que, de hecho, él no tuviera nada qué expresar. 
Por casi cuatro años había pensado que, en algún momento, lo diría. Tal vez una mañana se levantase con un plan enloquecido para abandonar su empleo, que tan pocos incentivos le daba, y emprender un audaz negocio por cuenta propia. O comenzaría, poco a poco, a hablar de la enajenación que le causaban las rosas, y proyectaría una estrategia para dejar la ciudad y adquirir una posesión en el campo, empujado por la necesidad ingobernable de cultivarlas. 


Nada menos, el sábado anterior, mientras corría por la senda de arcilla, escuchando su respiración y el golpe de sus zancadas, fantaseó con la idea de que el gordo, aburrido de las cuatro paredes del dormitorio, rentaría una cabaña un fin de semana cualquiera, para cambiar de escenario, para levantarse temprano y respirar la transparencia fría y excitante del amanecer. O quizá una tarde cualquiera comenzaría a explicar el pasmoso asombro que le causaba la organizada vida de las hormigas. Pero no pasaba absolutamente nada. Cada domingo reaparecía el gordo sentado a la mesa de la cocina, mirando su periódico y con una sonrisa idiota entre sus dientes. Ella se recargaba en la ventana y miraba la disposición externa del mundo. 


Los tipos que pintaban sus cuadros en el parque parecían casi siempre complacidos, y a veces, exultantes. Tal vez no eran aristas, no, de hecho era poco probable que lo fueran. Pero ella los había escuchado hablar, cuando cruzaba la plazuela a comprar los bísquets que tanto gustaban al gordo, de arte, como si el equilibrio entero del cosmos dependiera sólo de un pincel. Era absurdo. Pero por alguna razón le parecía que había en ello algo importante, algo inasible y relevante, algo que el mundo mismo quería decirle. Y al mirar por la ventana trataba de desentrañar ese misterio. Un pensamiento llevaba a otro y estos ocasionaban impulsos, sí: impulsos. No es que quisiera pintar, por supuesto, pero, por curiosidad, compró en el bazar callejero una antología de biografía de pintores, y comenzó a leer por las noches, con la luz suave, mientras el gordo roncaba. Nada decía allí que le revelase el misterio, y sin embargo, había algo común en los motivos de esos artistas, según podía colegir, un impulso que les emocionaba. 


Entonces, los domingos, ya ni siquiera se sentaba con el gordo. Servía el almuerzo, y se instalaba al tibio halo de la ventana, a mirar a las criaturas que se movían en la plazuela, entre los fresnos, mientras bebía su café. El horizonte lejano, difuminado detrás del desastre urbano, no era particularmente hermoso. Lo importante era todo cuanto, según ella, debía existir detrás. Quizá personas emotivas, intensas, enfebrecidas de pasión por alguien, por algo, por todo. La mañana que salió por la puerta, para no volver, la verdad es que ni siquiera reparó en el gordo que, contento, aun no terminaba de almorzar.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Un mal recuerdo

Es un punto del camino que no conocía. Ahora que he llegado aquí, hasta las escarpadas más abruptas que antes libré me parecen fáciles. Sería por la mano que entonces me guiaba. Me pregunto si éste sendero tiene final. Si cae la tormenta, como parece, todo será peor. Tal vez sea ese el origen de la tensión que siento. Tensión por la inminencia, una inminencia postergada. Lo dice el proverbio, pero lo cierto es que la calma no siempre viene después.

El vendaval ensordece. Hiela la piel con sus golpes. Hasta un sol desfalleciente, que asomase entre la bruma, sería motivo de esperanza. Habrá que andar, en cualquier caso. Si el sendero no termina, esto debe ser como la muerte. Pensarlo, se aproxima. Volver, de cualquier forma, no es el camino.

Tal vez oscurezca antes de la lluvia. Será un buen momento para pensar.Aquí ni siquiera vienen los fantasmas. En cambio sí los recuerdos. O es que quizá sea yo un espectro, un fantasma, o peor, un mal recuerdo. Llueve. Se oyen los pasos de alguien más...

Foto: Maurizio Polese

miércoles, 23 de junio de 2010

VIEJA ADOLESCENCIA

Tal vez porque mi vida se ha construido por trozos de incertidumbre, o porque mi alma nació ya incrédula, pero no espero que sea verdad tu presunción de saber lo que me va a ocurrir o lo que nos va a suceder a todos en este sitio de porquería.

Por eso me tienen sin cuidado tus advertencias, tus teatrales alarmas puritanas, tus palabras que nacen de un rencor propio, tuyo, casi incompatible con el mío, por más que se parezcan.

Por eso tampoco espero que la vida venga de maravilla: así, cualquier cosas puede ser un gran regalo. Sólo espero que no pretendas darme lecciones morales, al cabo tú llevas más tiempo en éste mundo corrompido. Si no has hecho nada al respecto, eres su cómplice; y si has hecho algo, parece que no ha resultado, de modo que eres un fracaso.

FOTO: Dulces cigarros, Sally Mann.

sábado, 6 de marzo de 2010

Hanya y los vivos

Hanya dice que a veces puede escuchar a los vivos, gente de la tierra. Esas cosas empezaron hace mucho tiempo. Oía voces, llanto.

No sabe bien a bien si un día estuvo viva, como dicen que nos ha pasado a la mayoría de nosotros, pero cree que es posible, porque algunas ocasiones le ha parecido familiar cierta voz, entre aquellas que percibe, hay algo en el interior de ese timbre de voz que le hace estremecer. No tengo claro realmente a qué se refiere, y creo que ella tampoco.

En realidad siempre le ha resultado difícil entender la razón por la que experimenta esas percepciones. Dice que son desagradables, que le dan miedo, que la dejan desconcertada.

Me ha contado que cierta ocasión, después de algún tiempo de enfrentar esos "contactos", se decidió a ir con un guía que le recomendaron. Él le dijo que hiciera una exploración espiritual, el guía "sentía" que en efecto Hanya había formado alguna vez parte del mundo de los vivos. Por supuesto, no le creyó.

Volvió muy desconsolada, dice que aquél tipo es un charlatán. Pero no ha olvidado algo que éste le mencionó, algo que le dejó sembrado en sus pensamientos y que le causa gran desasosiego : Que si seguía escuchando esas voces, y reconociendo alguna de ellas, pronto serían más las que creería identificar, que después podría empezar a ver fragmentos de otra realidad, y poco a poco iría tomando cuerpo, que se materializaría. Desde entonces vive con miedo de acabar en otro mundo.

viernes, 26 de febrero de 2010

A tres años de la abolición del Limbo



Ahora dicen que somos una noción medieval, una errónea hipótesis teológica. Cuando lo supimos, hace tres años, volteamos a mirarnos los rostros, para intentar descubrir si la incredulidad individual se convertía en indignación colectiva. Fue el 19 de enero de 2007 cuando Su Santidad Benedicto XVI, en una reunión con el cardenal Joseph Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo anunció oficialmente:

"El Limbo queda abolido"


Así nomás, como si anunciaran una plaza de trabajo en un hotel, dijeron en el Vaticano:

"La gracia, tiene prioridad sobre el pecado, y la exclusión de niños inocentes del cielo no refleja el amor de Cristo por los más pequeños. El Limbo era un problema pastoral urgente, ya que cada vez son más los niños nacidos de padres no católicos que por tanto no son bautizados, y muchos otros no llegaron a nacer porque antes fueron víctimas de abortos."


Acá, no podíamos comprender del todo lo que estaba ocurriendo. Ni siquiera aquellos que carecen de rostro se mostraron indiferentes. Desde el principio de nuestros tiempos habíamos sido excluidos, y aún con esa condición de parias, de malditos de Dios, teníamos un estatus. Ahora ya no nos quedó destino.

Tradicionalmente el Limbo, había sido "el no lugar" al que éramos confinados los niños sorprendidos por la muerte sin haber recibido el santo sacramento del bautismo, y los adultos muertos antes de la resurrección de Jesucristo. Pero los doctores de la iglesia de los que se sirvió Su Santidad, para acabarnos, se olvidaron incluso de las buenas maneras, de las costumbres, de siglos de tradición. Nunca nos lo notificaron.

Cuando todo se pierde, buscamos identidad en el espejo del origen, en las palabras que nos engendraron, que no en todos los casos son de amor...


Limbus, lugar donde se detenían las almas de los justos del Antiguo Testamento, esperando la llegada del Mesías, y adonde van las almas de los niños que mueren sin bautismo...

Limbo, parte plana de una hoja de pétalo... Orla de un vestido...

...En los linderos de la muerte, del valle de las sombras, al borde del infierno, solía haber un anillo conocido como Limbo, que se dividía en:

El limbo de los patriarcas o de los mayores, morada de las almas de los justos que murieron antes de la redención de Jesucristo...

El limbo de los niños, donde yacen los infantes que sin haber pecado, cargan con la culpa del pecado original...

A Dios le gustan las paradojas, pero más a sus sacerdotes...

En el limbo no habías de hallar "un castigo externo". Dice Virgilio a Dante:

"El castigo consiste en vivir con deseo, pero sin esperanza de satisfacerlo".

Se regocija al enunciarlo, al articularlo. Eso nos molesta, es vileza.

La otra certeza maldita era: a diferencia del purgatorio, el Limbo era un destino permanente.

En algún momento del juicio final, el Eterno decidiría nuestra suerte. Ahora, no tenemos ni estatus legal..

Hubo un tiempo en que el Limbo tuvo más prestigio que el purgatorio, porque desde aquí podíamos escuchar las voces de los vivos... Y ellos podían escucharnos...

No es extraño. El alma del padre Adán fue sacada de aquí, cuando el Eterno bajó al Limbo...

Hay, en la tierra, quienes creen que, en el Limbo, algunos nonatos penden de las frondas de los árboles y tratan de alcanzar con sus dedos tiernos el suelo, inalcanzable, donde yace la sal de la tierra y el agua de la vida. Pero los sin rostro no penden de árboles. Juegan a decir palabras de amor, estériles, como ellos, creen que el sexo es algo bueno, aunque no tienen idea de lo que es. Por eso se sienten divinos. Aún así nunca se sienten ofendidos. Sólo ahora, que nos han abolido por decreto.

Tres años después, nos mudamos. Siempre supimos, incluso antes de Internet, que la sombras de la realidad tenían un sitio adecuado para nosotros. Primer deseo satisfecho...

El último apaga la luz, y el primero activa el CPU...